Tomando como punto de partida, primero, la muerte de su padre, Héctor Azar; segundo, Mortuos Plango, obra de Jonathan Harvey y, tercero, la osada lógica de Gerard Griséy —quien lograra encuadrar musicalmente dos dimensiones cuyos límites son por demás difusos: el color y el ruido—, Carlos Azar conjuga mundos lejanos para crear otro, El círculo de la presencia, catártico, muy personal y sobre todo entrañable. Este libro es medido como el teatro y la música, e inasible como la poesía; como su título lo indica, es algo redondo que no tiene fin.
Carlos Azar (México, 1970) ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza, actividad en la que se ha desempeñado, en todos los grados, impartiendo materias relativas a la literatura, cine, teatro, ópera y español. Es autor de La ópera, una voz misteriosamente suspendida, y de cuatro libros de poesía. Asimismo, colaboró en dos libros de docencia teatral y en Las dos caras de la historia. Pero sobre todo, es defensa central.